En una entrevista en la que le preguntaban a un empresario cómo creía que era la imagen que había en la sociedad de los empresarios y qué formación se debería dar en las escuelas y colegios para que esa visión cambiara… excusó responder a la primera pregunta.
Parece que está instalada en la cultura popular que la figura del empresario, lejos de ser un motor y generador de riqueza, era el causante de los males que ahora vivimos en la sociedad. Incluso se demoniza a los que como el empresario anterior y su familia están intentando sostener su negocio, desde luego hay malos ejemplos y manzanas podridas, pero en términos generales en el acervo e imaginario popular esta teoría tiene hondo calado.
Para cambiar esta situación, ahora que la formación va a ser uno de los pilares sobre los que se asiente la necesidad de arraigar una cultura empresarial desde los estadios más tempranos de la sociedad, algunos consejos sobre lo que se debería tratar de fomentar para que la curiosidad infantil por este ámbito se oriente adecuadamente:
El mundo está lleno de problemas, unos más grandes y otros más pequeños, si eres observador encontrarás la manera de solucionar ese problema o necesidad y quizá hacer de ello tu forma de vida, si estás permanentemente vigilante, eres observador y dedicas recursos a pensar en ello seguro que encuentras una vía de hacer algo que la gente valore. Recuerdo una conversación de crío con un amigo que se dedicaba a vender en los recreos las raíces de regaliz que durante los fines de semana encontraba, había organizado toda una “industria” alrededor de su negocio (distribuidores, diferentes tipos de calidades y precios…) hoy es un empresario de éxito.
El ganar dinero no es el objetivo último y único de convertirse en empresario. En la mayoría de los casos que conozco, la energía que mueve la máquina es más el disfrute y el aprendizaje que supone impulsar una idea que el potencial resultado que se pueda dar y esa “droga” estimula constantemente el hipotálamo de quienes se aventuran a lo desconocido. Por tanto, transmitir a las generaciones que es más enriquecedor (en términos personales) el recorrido que la meta se debe convertir en un mantra.
La curiosidad es un buen motor de crecimiento, la escuela promueve el aprendizaje y en algunos casos no resulta divertido, sin embargo el preguntar, el tener interés, el ser inquieto lejos de ser algo a estigmatizar y eliminar de las aulas debe de abonarse como si de una flor se tratara, ese espíritu infantil es útil para el futuro y es vital para ayudarle en cualquier aventura empresarial. El inconformismo es lo que promueve el cambio.
Los lobos solitarios no llegan lejos, desarrollar esta habilidad es urgente, en España debemos dejar de fomentar el individualismo y lo contrario la agrupación como manera de esconder “las medias”, una de las cuestiones en las que más tenemos que hacer foco es fomentar la capacidad de entusiasmar a las personas próximas. Hacerlo sólo no es tan divertido como conseguir el éxito compartido.
La determinación, muchos investigadores han observado que la determinación es uno de los principales factores que impulsan los empresarios de éxito. Algunas personas lo intentan constantemente y fracasan. Sin embargo, esta es una de las principales características que hace a un empresario diferente, se levantan, y vuelven a intentarlo o a probar algo nuevo. Además de no castigar el fracaso, hay una segunda lección aquí más importante casi que el fracaso: No siempre se gana, de hecho, es bastante frecuente perder varias veces.
Si somos capaces de “inocular” en la sociedad estos pilares de conocimiento la visión que existe del empresario sería bien diferente y serían muchos más los que dieran un paso al frente.
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