Hace un tiempo hice un inolvidable viaje por la Gran Sabana. Estuve en el paraíso, el sitio más hermoso que he visitado de los muchos que he tenido la fortuna de recorrer. Fue un recorrido lleno de maravillosos paisajes, enriquecedoras experiencias y gente fantástica. Allí reafirmé mi concepto de felicidad y quiero compartirlo contigo.
La familia Artal, un regalo de estas vacaciones
Sé que las palabras quedarán cortas ante la magnificencia de tanta belleza. Así que ni siquiera trataré de describir a la Gran Sabana. Más bien quiero compartir contigo mis revelaciones en medio de las vacaciones, el disfrute y la naturaleza. Nos quedamos en una bonita posada, cuyo propietario Pablo Artal maneja maravillosamente. Todas las mañana al desayunar Pablo amablemente se sentaba con mi familia a compartir su vida, sus aventuras y como había llegado hasta ese lejano sitio. Era un exitoso empresario con una agitada vida en Caracas, cuando un evento (que en ese momento pensó que era desafortunado) hizo que perdiera todo su negocio y se replanteara su vida. Ahora más de 30 años después dice que lo mejor que pudo pasarle fue llegar a ese sitio.
En uno de los recorridos que hicimos para conocer el famoso Abismo en el Paují, el hijo de Pablo -nuestro guía turístico- nos mostró donde había pasado los primeros años de su vida, era un hermoso lugar en medio de la nada donde ellos construyeron su casa, hicieron un huerto y organizaron una escuela para la familia y los indígenas del lugar. Este chico con una gran sonrisa, cuando miró el sitio (ahora vacío) nos dijo: “aquí pasé los años más felices de mi vida”.
Una reflexión para los citadinos
Para quienes vivimos en grandes ciudades, si bien añoramos estos momentos de esparcimiento y en contacto con la naturaleza, nos es muy difícil entender la felicidad alejados de cosas que consideramos básicas para nuestro bienestar. Sin embargo, hay gente que perfectamente ha encontrado la dicha en remotos sitios.
Hubo un momento en medio de una lluvia torrencial que fue mágico. Estábamos comiendo en un restaurant y desde allí podíamos apreciar un juego de futbol. Eran los niños de la comunidad de Pemones (los indígenas de la zona), descalzos, empapados, resbalándose entre el lodo y riendo a más y no poder. Podías ver su felicidad, en la simpleza del juego y su vida a pesar de que seguro no tienen un Iphone, ni ninguno de los "gadgets" de moda. Conversamos mucho con los adolescentes de mi familia que estaban en esta aventura. Mi hijo y sobrinos aprendieron cómo se puede ser feliz sin esos juguetes que los jóvenes de hoy consideran imprescindibles. Estuvieron sin wifi toda una semana y dijeron que fueron ¡las mejores vacaciones que habían tenido!
La felicidad, es un camino personal
Con todo este compartir, no pretendo que todos nos mudemos a este tipo de sitios. Tampoco intento que dejemos nuestra vida actual y nos convirtamos en exploradores del mundo. Al final la conclusión que reafirmé y que quiero compartir contigo es que la felicidad es un camino personal. Es nuestra responsabilidad buscarla. Es un recorrido único para cada individuo y se logra definirla sólo haciendo contacto con nuestra sabiduría interna que conoce cuál es nuestro lugar. A veces nos perdemos en el afuera, nos dejamos llevar por lo que el mundo y la publicidad nos dicen: que esto o aquello nos dará esa anhelada felicidad. Siguiendo lo que otros dicen a veces más bien nos alejamos de nuestra dicha.
Creo que la felicidad está dondequiera. Sin embargo, es nuestra responsabilidad encontrar ese camino único que nos lleva a donde nuestro corazón realmente quiere estar. Para eso debes conocerte y pasar tiempo contigo en silencio. Eres tú quien tiene que encontrar dentro de ti las respuestas a: ¿Qué es lo que le da sentido a tu vida? ¿Qué enriquece tu vida? Probablemente estas respuestas no lleguen a ti tan rápidamente, o tal vez ya sabes cuales son. En cualquiera de los casos, una vez que sabes lo que te hace feliz, el paso siguiente es atreverte a ir por ello.
¡Dios guie tu camino!
Y… gracias a la familia Artal por recordarme todo esto.
Nota: Para estos y otros temas de la misma autora, también puedes visitar www.carlaacebeydesanchez.com
La familia Artal, un regalo de estas vacaciones
Sé que las palabras quedarán cortas ante la magnificencia de tanta belleza. Así que ni siquiera trataré de describir a la Gran Sabana. Más bien quiero compartir contigo mis revelaciones en medio de las vacaciones, el disfrute y la naturaleza. Nos quedamos en una bonita posada, cuyo propietario Pablo Artal maneja maravillosamente. Todas las mañana al desayunar Pablo amablemente se sentaba con mi familia a compartir su vida, sus aventuras y como había llegado hasta ese lejano sitio. Era un exitoso empresario con una agitada vida en Caracas, cuando un evento (que en ese momento pensó que era desafortunado) hizo que perdiera todo su negocio y se replanteara su vida. Ahora más de 30 años después dice que lo mejor que pudo pasarle fue llegar a ese sitio.
En uno de los recorridos que hicimos para conocer el famoso Abismo en el Paují, el hijo de Pablo -nuestro guía turístico- nos mostró donde había pasado los primeros años de su vida, era un hermoso lugar en medio de la nada donde ellos construyeron su casa, hicieron un huerto y organizaron una escuela para la familia y los indígenas del lugar. Este chico con una gran sonrisa, cuando miró el sitio (ahora vacío) nos dijo: “aquí pasé los años más felices de mi vida”.
Una reflexión para los citadinos
Para quienes vivimos en grandes ciudades, si bien añoramos estos momentos de esparcimiento y en contacto con la naturaleza, nos es muy difícil entender la felicidad alejados de cosas que consideramos básicas para nuestro bienestar. Sin embargo, hay gente que perfectamente ha encontrado la dicha en remotos sitios.
Hubo un momento en medio de una lluvia torrencial que fue mágico. Estábamos comiendo en un restaurant y desde allí podíamos apreciar un juego de futbol. Eran los niños de la comunidad de Pemones (los indígenas de la zona), descalzos, empapados, resbalándose entre el lodo y riendo a más y no poder. Podías ver su felicidad, en la simpleza del juego y su vida a pesar de que seguro no tienen un Iphone, ni ninguno de los "gadgets" de moda. Conversamos mucho con los adolescentes de mi familia que estaban en esta aventura. Mi hijo y sobrinos aprendieron cómo se puede ser feliz sin esos juguetes que los jóvenes de hoy consideran imprescindibles. Estuvieron sin wifi toda una semana y dijeron que fueron ¡las mejores vacaciones que habían tenido!
La felicidad, es un camino personal
Con todo este compartir, no pretendo que todos nos mudemos a este tipo de sitios. Tampoco intento que dejemos nuestra vida actual y nos convirtamos en exploradores del mundo. Al final la conclusión que reafirmé y que quiero compartir contigo es que la felicidad es un camino personal. Es nuestra responsabilidad buscarla. Es un recorrido único para cada individuo y se logra definirla sólo haciendo contacto con nuestra sabiduría interna que conoce cuál es nuestro lugar. A veces nos perdemos en el afuera, nos dejamos llevar por lo que el mundo y la publicidad nos dicen: que esto o aquello nos dará esa anhelada felicidad. Siguiendo lo que otros dicen a veces más bien nos alejamos de nuestra dicha.
Creo que la felicidad está dondequiera. Sin embargo, es nuestra responsabilidad encontrar ese camino único que nos lleva a donde nuestro corazón realmente quiere estar. Para eso debes conocerte y pasar tiempo contigo en silencio. Eres tú quien tiene que encontrar dentro de ti las respuestas a: ¿Qué es lo que le da sentido a tu vida? ¿Qué enriquece tu vida? Probablemente estas respuestas no lleguen a ti tan rápidamente, o tal vez ya sabes cuales son. En cualquiera de los casos, una vez que sabes lo que te hace feliz, el paso siguiente es atreverte a ir por ello.
¡Dios guie tu camino!
Y… gracias a la familia Artal por recordarme todo esto.
Nota: Para estos y otros temas de la misma autora, también puedes visitar www.carlaacebeydesanchez.com