La esperanza es una de las emociones que más me gusta sentir. Claro, a veces podríamos decir que no es fácil experimentarla en medio de tantos desafíos. Por el contrario, hay personas que dirían que lo que sienten es desesperanza por los muchos acontecimientos que ocurren. Ante esto, yo creo que tenemos dos opciones: ser reactivos sintiendo las emociones que nos van llegando producto de lo que vivimos o conscientemente elegir emociones que nos ayudan a estar en un mejor estado de ánimo. Cuando elegimos la última opción, podemos iniciar una espiral de buena actitud y experiencias. Por eso te invito y digo: aviva tu esperanza.
Imaginemos que nuestro mundo emocional pudiera ser algo físico, que puedes ver y tocar. Entonces queremos ponerlo en forma, para que juegue a nuestro favor. Así ejercitamos el "músculo de las emociones". Esto se logra haciendo que a voluntad podamos sentir emociones que son agradables en nuestro cuerpo y que son un buen combustible para crear aquello que queremos en nuestra vida.
Cuando avivamos nuestra esperanza, nos conectamos con nuestro poder interior y nos es más fácil acceder a esa creatividad que nos permite encontrar soluciones para superar cualquier desafío.
¿Es lo mismo el optimismo que la esperanza?
A veces los puedes ver en algunos textos como sinónimos, pero en mi criterio son diferentes. Si bien podrían ser emociones que podrían parecerse, el optimismo proviene de argumentos (es decir de la mente) mientras que la esperanza viene de un lugar más profundo de nosotros.
La esperanza viene de la fe, de la conexión con nuestro espíritu y de un conocimiento profundo de la vida. Saber que somos seres espirituales viviendo una experiencia física hace la diferencia. También lo hace si nos reconocemos como parte de un todo. Somos una pieza de un plan orquestado por una Inteligencia Infinita (que algunos llamamos Dios) y que lo que ocurre en nuestras vidas y el mundo tiene un propósito. Somos seres en evolución y los obstáculos y pruebas son la forma como logramos el crecimiento.
Así que, en momentos de grandes desafíos, personales o colectivos, me aferro a esa esperanza que he fortalecido y ejercitado. Confío en que Dios está al mando, hago lo que yo creo que debo hacer con lo mejor de mí y permito que esa Inteligencia Infinita también haga su parte. Se que aun cuando haya momentos donde no entiendo lo que ocurre o por qué ocurre, espero algo mejor, pero sobre todo actúo coherentemente para que ese mejor se materialice pronto.
¿Cómo se aviva tu esperanza?
1.- Busca inspiración.
Si revisas con cuidado, a lo largo de tu vida has experimentado desafíos, obstáculos o incluso reveses. Pero si los has afrontado bien, eres una mejor persona producto de esa vivencia. Aprendiste algo, creciste o te fortaleciste en algún área. En muchos casos, incluso hay gratitud por un evento que al principio lucía desafortunado, pero se convirtió en algo bueno al final.
Si revisas la vida de algunas personas, una enfermedad, ruptura, pérdida u otro evento que podrías considerar desafortunado los ha llevado a encontrarse con lo mejor de sí. Lo mismo ocurre para el colectivo, luego de algunos eventos que podrías decir son trágicos, han salido adelante, se han superado, han aprendido y ha habido ganancia.
Textos o historias que te inspiren pueden llevarte a mirar lo que vives con otros ojos.
2.- Usa tu mente a favor.
Disciplinada y conscientemente elige pensamientos de calidad. Este no ocurrirá de un día a otro, pero si sueltas tus ideas negativas y eliges ver lo bueno que también te ocurre, te sentirás mejor. Date cuenta de la gente que te apoya, de los afectos que tienes y aquello valioso que no cambiarías por nada. Por ejemplo, tu salud, el regalo de poder mirar, ¡la vida misma! Incluso enfrentando desafíos, siempre hay bendiciones. Pero debes entrenar tu mente para que las veas, pues si estás demasiado distraído(a) o pesimista, no sabrás apreciarlas.
3.- Refuerza tu fe.
Acércate a Dios. Y no me estoy refiriendo necesariamente a practicar alguna religión. La religión es una estructura o método que podría ayudar a tu conexión con esa Sabiduría Universal. Pero no es la única forma de hacerlo. A veces, nada más mirar a un bebé y ver su perfección; o un atardecer, la magnificencia de una montaña, nos hacer sentir que algo mayor a nosotros ha creado toda esta maravilla.
En mi caso me gusta rezar e imagino una conversación con ese Ser Supremo amoroso, que, como una madre, quiere lo mejor para nosotros. Esa madre o padre me reconforta en tiempos turbulentos y con frecuencia susurra: ¡confía! Yo estoy aquí cuidándote y guiándote.
Recuerda, la esperanza no sólo es sólo decir "lo mejor está por venir". Es sentir, esperar que lo bueno ocurra, pero sobre todo actuar para crear ese maravilloso futuro. Entonces, aviva tu esperanza y encuentra esa fuerza interna para actuar y crear junto a Dios lo que quieres. Si no sabes cómo hacerlo, aquí estoy para ayudarte.
Nota: Para artículos abordando este y otros temas de la misma autora, también puedes visitar www.carlaacebeydesanchez.com
Imaginemos que nuestro mundo emocional pudiera ser algo físico, que puedes ver y tocar. Entonces queremos ponerlo en forma, para que juegue a nuestro favor. Así ejercitamos el "músculo de las emociones". Esto se logra haciendo que a voluntad podamos sentir emociones que son agradables en nuestro cuerpo y que son un buen combustible para crear aquello que queremos en nuestra vida.
Cuando avivamos nuestra esperanza, nos conectamos con nuestro poder interior y nos es más fácil acceder a esa creatividad que nos permite encontrar soluciones para superar cualquier desafío.
¿Es lo mismo el optimismo que la esperanza?
A veces los puedes ver en algunos textos como sinónimos, pero en mi criterio son diferentes. Si bien podrían ser emociones que podrían parecerse, el optimismo proviene de argumentos (es decir de la mente) mientras que la esperanza viene de un lugar más profundo de nosotros.
La esperanza viene de la fe, de la conexión con nuestro espíritu y de un conocimiento profundo de la vida. Saber que somos seres espirituales viviendo una experiencia física hace la diferencia. También lo hace si nos reconocemos como parte de un todo. Somos una pieza de un plan orquestado por una Inteligencia Infinita (que algunos llamamos Dios) y que lo que ocurre en nuestras vidas y el mundo tiene un propósito. Somos seres en evolución y los obstáculos y pruebas son la forma como logramos el crecimiento.
Así que, en momentos de grandes desafíos, personales o colectivos, me aferro a esa esperanza que he fortalecido y ejercitado. Confío en que Dios está al mando, hago lo que yo creo que debo hacer con lo mejor de mí y permito que esa Inteligencia Infinita también haga su parte. Se que aun cuando haya momentos donde no entiendo lo que ocurre o por qué ocurre, espero algo mejor, pero sobre todo actúo coherentemente para que ese mejor se materialice pronto.
¿Cómo se aviva tu esperanza?
1.- Busca inspiración.
Si revisas con cuidado, a lo largo de tu vida has experimentado desafíos, obstáculos o incluso reveses. Pero si los has afrontado bien, eres una mejor persona producto de esa vivencia. Aprendiste algo, creciste o te fortaleciste en algún área. En muchos casos, incluso hay gratitud por un evento que al principio lucía desafortunado, pero se convirtió en algo bueno al final.
Si revisas la vida de algunas personas, una enfermedad, ruptura, pérdida u otro evento que podrías considerar desafortunado los ha llevado a encontrarse con lo mejor de sí. Lo mismo ocurre para el colectivo, luego de algunos eventos que podrías decir son trágicos, han salido adelante, se han superado, han aprendido y ha habido ganancia.
Textos o historias que te inspiren pueden llevarte a mirar lo que vives con otros ojos.
2.- Usa tu mente a favor.
Disciplinada y conscientemente elige pensamientos de calidad. Este no ocurrirá de un día a otro, pero si sueltas tus ideas negativas y eliges ver lo bueno que también te ocurre, te sentirás mejor. Date cuenta de la gente que te apoya, de los afectos que tienes y aquello valioso que no cambiarías por nada. Por ejemplo, tu salud, el regalo de poder mirar, ¡la vida misma! Incluso enfrentando desafíos, siempre hay bendiciones. Pero debes entrenar tu mente para que las veas, pues si estás demasiado distraído(a) o pesimista, no sabrás apreciarlas.
3.- Refuerza tu fe.
Acércate a Dios. Y no me estoy refiriendo necesariamente a practicar alguna religión. La religión es una estructura o método que podría ayudar a tu conexión con esa Sabiduría Universal. Pero no es la única forma de hacerlo. A veces, nada más mirar a un bebé y ver su perfección; o un atardecer, la magnificencia de una montaña, nos hacer sentir que algo mayor a nosotros ha creado toda esta maravilla.
En mi caso me gusta rezar e imagino una conversación con ese Ser Supremo amoroso, que, como una madre, quiere lo mejor para nosotros. Esa madre o padre me reconforta en tiempos turbulentos y con frecuencia susurra: ¡confía! Yo estoy aquí cuidándote y guiándote.
Recuerda, la esperanza no sólo es sólo decir "lo mejor está por venir". Es sentir, esperar que lo bueno ocurra, pero sobre todo actuar para crear ese maravilloso futuro. Entonces, aviva tu esperanza y encuentra esa fuerza interna para actuar y crear junto a Dios lo que quieres. Si no sabes cómo hacerlo, aquí estoy para ayudarte.
Nota: Para artículos abordando este y otros temas de la misma autora, también puedes visitar www.carlaacebeydesanchez.com