Buscando protegernos, manteniéndonos dentro de lo conocido, en nuestra zona de confort, el hemisferio izquierdo trata de responder primero antes que el derecho, algo que sucede de manera inconsciente ya que está en su configuración ser nuestro policía, advertirnos del peligro y de lo ridículo. Esto resulta muy bueno en términos de efectividad a la hora de realizar tareas rutinarias; pero es mortal cuando nos vamos a enfrentar a nuevos retos que necesiten de ideas frescas.
Si queremos realmente innovar, debemos apartar momentáneamente el juicio crítico del hemisferio izquierdo para dejar que fluyan las nuevas alternativas provenientes del hemisferio derecho, enriqueciendo así el brainstorming; y esto hay que hacerlo de manera deliberara, con plena consciencia, a voluntad, ya que de otra forma el izquierdo siempre va a querer actuar e intervenir en el proceso, saboteando y matando las nuevas ideas de manera prematura. Luego al final, cuando ya se tengan sobre la mesa una gran cantidad de ideas, es cuando finalmente se puede permitir que vuelva el izquierdo para revisar y analizar en detalle cada una de ellas.
Vemos aquí el uso equilibrado entre ambos hemisferios, aprovechando lo bueno de cada cada uno… trabajando en equipo. Un equilibrio que no es tan fácil de conseguir, ya que estamos luchando en contra de la forma habitual de pensar, de cómo está programado nuestro cerebro. La buena noticia es que conociendo estos procesos y realizando un buen entrenamiento podemos lograr resultados brillantes.