Si sientes que de alguna
forma eres esclavo de tus emociones, este artículo es para ti. Aquí aprenderás
sobre la conocida inteligencia emocional, con la cual puedes manejar las
diversas experiencias de tu vida y salir airoso aunque estés expuesto a
desafíos.
Un ejemplo que te puede ser
familiar.
Llegas a casa luego de un
largo día, quieres darte un baño, estar en paz y descansar. De la nada, surge
una conversación con tu pareja y no están de acuerdo. Sientes mucha rabia, se dejan
llevar por el calor de los argumentos y terminan en una gran discusión. Además
del cansancio, le agregas la frustración y la tristeza porque se dijeron
palabras hirientes, que incluso tal vez ni sentían. Hasta podrías tener dolor
de cabeza.
Variedad de emociones.
Como seres humanos, tenemos
la fortuna de sentir una gran gama de emociones. El amor, la alegría, la
esperanza, la certeza, el entusiasmo, todas se sienten bien en el cuerpo, son
aquellas conocidas como de alta vibración. Además están: el miedo, la rabia, la
envidia, la tristeza, la nostalgia, que se sienten incómodas en el cuerpo y que
tienen una vibración más baja.
Por otra parte, nuestra
energía -que viene de las emociones- es la que convoca o atrae determinado tipo
de personas y experiencias. Así, si estoy sintiendo tristeza o rabia
mayoritariamente, energéticamente estaré llamando situaciones que me hagan
experimentar la misma emoción aunque cambien actores o escenarios.
¿Qué hacer para salir de
ese círculo vicioso? Hacerte cargo de lo que sientes. ¿Cómo? Desarrollando
inteligencia emocional. Esto último, no significa que controles las emociones y
las suprimas o las ignores. Cuando haces eso, puedes enfermarte, o puede salir
todo lo guardado como un volcán en el momento menos adecuado y con la persona
menos indicada. Tampoco significa que dejes que ellas te dominen y salgan a su
antojo cuando lleguen a ti. Si sientes rabia, no tienes por qué actuarla,
gritando o insultando a la persona que crees que te ha hecho sentir eso.
Tu emociones son tuyas.
Lo que sientes es tuyo.
Puede ser que te han hecho creer desde hace mucho tiempo que otros son los que
hacen que te sientas de determinada manera. Desde niños nuestros padres nos
decían, no me hagas molestar. Era su forma de verlo, no la verdad.
Así que si algo te
entristece, da rabia o produce envidia, eso te pertenece. De igual forma,
cuando sientes amor, alegría o esperanza. Aunque vengan como resultado de una
experiencia, eso que sientes te pertenece.
Te doy un ejemplo: Hace
unos días mi sobrina encontró un perrito en la calle, le gustó tanto, que lo
quería acariciar. Al rato llegó mi suegra y ella se alejó de la mascota. Aunque
era un perrito con dueño, ella decía que el animalito estaba acostado en la
acera y olía mal. Esto se llama percepción. Cada persona en base a experiencias
previas y sistema de creencias, desarrolla su percepción con respecto a
personas y situaciones. En este caso, el mismo perrito producía ternura en una
y asco en otra. Esas emociones le pertenecen tanto a mi sobrina como a mi
suegra, la mascota es sólo el sujeto que hace que ellas conecten con esas
emociones.
Empoderarse es una palabra
que uso mucho, en la que creo y por la que trabajo. Cuando te haces dueño de
tus emociones y reconoces que son tuyas y no dependen de otras personas, te
empoderas. El regalo de este hecho es que tu bienestar se vuelve un asunto
absolutamente tuyo. Ya no estás a la espera de que determinada actúe como tú
crees que deba hacerlo.
Para manejar tus emociones.
Regresando al ejemplo al
principio del artículo, imagina que sientes rabia. Dices así no puedo seguir
hablando y te vas a un lugar donde estés contigo, respiras profundo, varias
veces. Reconoces lo que está pasando en ti, incluso lo verbalizas diciendo, por
ejemplo: tengo mucha rabia, la siento en mi cara. Deja que la emoción
esté en ti, aunque sea incómoda, sin hacer nada más que permitir que ocurra y
respirar profundo. Al cabo de unos minutos, esta emoción poco a poco va a
reducir su intensidad y luego va a desaparecer.
Otra opción, puede ser
respirar profundo mientras tienes consciencia de la rabia que hay en ti. Tomas
un cojín, lo pones en tu cara y gritas en esa almohada tan fuerte como puedas.
Imaginas que toda la rabia sale de ti con ese grito.
Siempre digo que la
maestría en cualquier cosa se logra practicando una y otra vez. Entonces, no te
harás maestra(o) de tus emociones de la noche a la mañana, pero si sigues
practicando, llegará un momento donde las sientes con menos intensidad, menos
frecuencia y aun sintiéndolas no dañarás ni tus relaciones, ni tu cuerpo
actuando esos sentimientos.
Nota: Para otros artículos de estos y
otros temas de la misma autora, también puedes visitar www.carlaacebeydesanchez.com
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