lunes, 30 de diciembre de 2013

¿Nos comunicamos correctamente?

Es importante saber que impacto tenemos sobre los demás, ya que nosotros no somos objetivos con nuestros actos ni con nuestra forma de comunicarnos, mucho menos si ni siquiera nos planteamos el someter nuestras maneras o modos a examen, dando por buenos éstos sin más.

Aquello de que somos como somos y a quien no le guste que no mire, pues está bien, siempre y cuando no nos importe nada en absoluto el efecto que causamos en nuestro entorno. Si, por el contrario, nos gusta comunicarnos con éxito, tener una amplia y agradable vida social o simplemente no provocar distorsiones entre lo que somos en verdad y lo que, sin embargo, transmitimos, deberemos someter a juicio y evaluación nuestra forma de expresarnos, ya que puede ser que, sin quererlo, ésta no sea la adecuada para decir al mundo como nos sentimos o quienes somos.

Así, cuando nos encontramos con que no obtenemos de los demás la relación que nos gustaría tener, nos debemos plantear que mensaje están recibiendo ellos por nuestra parte, en qué está fallando la comunicación, si actuamos de forma coherente con nuestros valores, o, por el contrario, nos ponemos una máscara a sabiendas o no, para no exponernos en exceso.

Por ejemplo, muchas veces sucede que necesitamos que alguien escuche nuestras aventuras o desventuras y que muestre interés en lo que le estamos contando, sin embargo, a la hora de exponer lo que nos sucede somos nosotros mismos los que le restamos valor para no aburrir a nuestro interlocutor o para no acaparar la conversación. Estas actitudes resultan adecuadas y recomendables a la hora de comunicarnos correctamente, pero, como todo, llevadas al límite, resultan contraproducentes. Y, es por ello, que lo que se consigue es el efecto contrario al buscado, es decir, si nosotros mismos somos los que restamos importancia a nuestro diálogo, lo que recibe la persona a la que dirigimos el mensaje es eso mismo, que no le estamos contando nada de valor, con lo cual perderá el interés rápidamente.

Este es un hecho recurrente, cuya responsabilidad recae en uno mismo y ésto es algo que ni siquiera nos planteamos, prefiriendo culpabilizar a la otra u otras personas de su desinterés por nuestra vida.

Cierto es también que existen personas cuyas habilidades sociales les harán percibir el mensaje y obviaran nuestra forma de contarlo o resumirlo, pero no podemos contar con que aquel al que nos dirijamos disponga de dichas herramientas. Es más, en ningún momento tenemos porque quitar importancia a aquello que deseamos compartir y de lo que esperamos recibir apoyo, consejo o, simplemente, escucha. Todo parte de nosotros mismos, así que la forma de actuar, de hablar, de mirar,… en definitiva, de comunicarnos, influirá de manera determinante en las actitudes de otros hacia nosotros.

También puede suceder, y de hecho sucede, que no restemos valor a nuestras vivencias y que las expongamos con especial interés para obtener retroalimentación, del tipo que sea, de otra persona y, sin embargo, ésta no sepa o no quiera ver la importancia que tiene lo que estamos compartiendo con ella. Pero, ésto ya va en las distintas personalidades que nos podemos encontrar a nuestro alrededor. Con lo cual deberemos elegir aquellas personas con las que sabemos que podemos compartir algo más que una conversación de ascensor.

Con lo que a nosotros respecta, si alguna vez nos hemos planteado, o nos lo planteamos en este momento, el por qué nuestras relaciones con nuestro entorno no son como nos gustaría que fuesen, deberemos examinar como se comportan el resto de personas con nosotros a la hora de tener una conversación o compartir un espacio físico o de tiempo. Una vez hallamos analizado el efecto que provocamos ante los demás tomaremos las medidas oportunas. Para tener las cosas más claras aún, podremos preguntar a alguien de nuestra confianza como nos ve, que opinión le merece nuestra forma de expresar nuestros pensamientos, si cree que sabemos escuchar, si se puede tener una conversación tranquila con nosotros a pesar de tener diferentes puntos de vista, etc. Solicitaremos sinceridad por parte de esta persona de nuestra confianza y aceptaremos sin acritud las posibles críticas.

Se trata de, en cierto modo, sanar nuestras relaciones. Para lo cual seremos coherentes con nuestros sentimientos y pensamientos y nos mostraremos tal y como somos y como nos sentimos, siempre sabiendo que si tenemos un problema la persona que tengamos enfrente no tiene porque pagarlo, sino que podemos liberarnos contando con su apoyo, siempre y cuando sea posible. Y, al contrario, si tenemos una alegría, nos mantendremos positivos y felices e intentaremos que nuestra alegría llegue al mayor número de personas. Es decir, se trata de compartir las penas y las alegrías, pero siempre de una forma sana tanto para nosotros como para el resto.

Así que nos permitiremos manifestar el estado de ánimo que tengamos sin caretas, con lo cual dejaremos de fingir y ocultar nuestro estado. De este modo, dejaremos de sumar al malestar que en ocasiones nos sobreviene por distintos motivos, el de tapar bajo una mueca lo que realmente nos sucede. Y, además, cuando estemos felices lo festejaremos sin esconder tampoco que nuestro estado es ese por posibles envidias o comentarios malintencionados.

En definitiva, se trata de ser coherentes con nosotros mismos en cada momento de nuestro día a día y comunicarnos satisfactoriamente con nuestro entorno, poniendo todas nuestras herramientas en juego, consiguiendo, de esta manera, una gran satisfacción personal.

Por último, sólo añadir en forma de resumen varios gestos que se deben eliminar para tener una correcta comunicación:
- Los brazos cruzados dan imagen de alejamiento, de mantenernos cerrados ante lo que se nos está expresando o, incluso. puede dar impresión de enfado y malestar.
- Una postura encorvada puede enviar el mensaje de que somos una persona dejada, tímida o miedosa… Así que corrijamos esta postura, tanto por este motivo como por la salud de nuestra espalda.
- Evadir la mirada de nuestro interlocutor puede generar desconfianza en éste.
- El tono de nuestra voz no debe ser ni muy flojo ni muy alto,y el ritmo de la conversación el adecuado para hacernos entender correctamente, igual ni muy rápido ni muy lento. Al hablar intentaremos poner énfasis en las cosas que nos importan y no queremos que se pierdan en el aire.
- No mostraremos desinterés por lo que estamos exponiendo, sino mejor no lo contemos, ya que el efecto será el que he expuesto anteriormente.
- Por último, y no por ello menos importante, si deseamos que nos escuchen escucharemos a los demás. No se puede exigir ni pedir lo que no se da.

Soy Laura Moratalla, Coach Personal, Orientadora y Asesora especializada en Conciliación de la Vida Personal y Laboral y en el Autoconocimiento y explotación de las capacidades de las Mujeres.


@laurimoratalla

No hay comentarios:

Publicar un comentario